jueves, 21 de febrero de 2013

Antología poética, de Antonio Gamoneda


Antonio Gamoneda se hizo algo más conocido para el público a raíz del Cervantes, que recibió en 2006 y que, como ocurre con todos los premios importantes, generó comentarios para todos los gustos. Este año me encontré este libro y decidí echarle un ojo para saber algo de su autor y poder opinar con conocimiento de causa. Lo abrí con la intención de leerme sólo unas páginas pero me lo terminé sin darme cuenta y lo disfruté muchísimo.
Aunque nacido en Asturias, Gamoneda se pasó toda su vida en León, trabajando para ganarse la vida y escribiendo poemas para, según explicó en una entrevista, "sacar de sí la angustia" y "ponerla en un papel". "No es una liberación total, pero se le parece", decía el poeta, de 75 años, y encajado por los libros de texto en la generación de los 50, la de la posguerra. 

Gamoneda habla, y mucho, de los años posteriores a la guerra civil, y lo hace desde el punto de vista de la gente sencilla, a quienes quiere hacer protagonistas absolutos de sus poemas. Desfilan por ellos mineros, obreros, ancianos y, sobre todo, madres. Pero las metáforas y recuerdos de niñez de Gamoneda, de los que parte muy a menudo para reconstruir cómo era y es su tierra, no se quedan ahí. Las madres son símbolo del sufrimiento en los años de posguerra, pero también de la paz y la calma que busca y ya no encuentra el poeta:

Yo sentía que la noche era dulce / como una leche silenciosa. Y grande / Mucho más grande que mi vida / Madre: / eran tus manos y la noche juntas. / Por eso aquella oscuridad me amaba.

Me gustan de Gamoneda los cambios de registro y de temas. Hay mucha poesía social, pero también otra más íntima, que busca homenajear, sin más, a la gente, los paisajes, incluso los utensilios de su tierra: que busca retratar su felicidad o su sufrimiento cotidiano. También hay, y son los más, poemas que le presentan a él ante ese mundo y ante la certeza de la vejez y de la muerte, con versos llenos de desasosiego: 

Queda poco de ti: vértigo, uñas / y sombras de recuerdos. / Piensas la desaparición. Acaricias / la tiniebla cerebral, bajas al hígado calcinado por la tristeza. / Así es la edad de hierro en la garganta. / Ya todo es incomprensible. / Sin embargo, / amas aún cuanto has perdido.

Aunque hay veces en que utiliza imágenes y metáforas encadenadas, por lo general el lenguaje de Gamoneda es bastante accesible y esta antología está plagada de poemas capaces de emocionar a cualquiera a la primera lectura:

Mi manera de amarte es sencilla: / te aprieto a mí / como si hubiera un poco de justicia en mi corazón / y yo te la pudiese dar con el cuerpo. / Cuando revuelvo tus cabellos / algo hermoso se forma entre mis manos. / Y casi no sé más. Yo sólo aspiro a estar contigo en paz y a estar en paz / con un deber desconocido / que a veces también pesa en mi corazón. 

La humildad de ese "y casi no sé más" está presente en sus reflexiones sobre el amor y también sobre la soledad, la infancia perdida, la belleza de lo sencillo y el miedo a la muerte, aunque a veces, sobre todo con sus versos más sociales, hay tristeza e ira. La crítica utilizó estos últimos para encajarle en una generación concreta, y son los que más se citan, pero en Gamoneda hay mucho, mucho más.

Ratita presumida

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