lunes, 12 de agosto de 2013

Guerra Mundial Z, de Max Brooks

Siempre he pensado que hay que leer de todo y que si algo es bueno, lo es trate de lo que trate y sea del género que sea. Guerra Mundial Z, un libro que creí que dejaría a las dos páginas, cumple de sobra en el suyo: entretiene como todo buen best-seller y tiene tensión e intriga, como se espera en una historia de ciencia ficción. Pero el motivo de que se haya convertido en una obra de culto para los fans de los zombies y de que Brad Pitt se encaprichara de la historia hasta el punto de casi arruinarse hay que buscarlo un poco más allá.

Guerra Mundial Z empieza como tantos libros y películas similares de serie B: una misteriosa infección que nace, cómo no, en China, donde el oscurantismo y la enorme cantidad de población son el caldo de cultivo perfecto para que la enfermedad se extienda. Lo manido del comienzo, una plaga de muertos vivientes surgida en una remota aldea, parece una declaración de intenciones de Brooks: su libro va a ser fiel a sus predecesores y los amantes del género no van a echar de menos ningún elemento. Pero a partir de ahí introduce las novedades justas que hacen que su libro pueda llegar a un público más amplio.

El principal punto novedoso es la estructura. El libro dice ser un informe de la ONU sobre la guerra contra los zombies que estuvo a punto de acabar con la humanidad, redactado a partir del testimonio de supervivientes de todos los puntos del mundo. No hay protagonistas y el único hilo narrativo es el curso de la guerra, desde los inicios de la infección y la epidemia hasta el momento en que la balanza, poco a poco, se inclina de nuevo del lado de los hombres. Todos los personajes están en el mismo punto, unos años después del final, y lo ocurrido se reconstruye a través de sus recuerdos. Sabemos, antes de que nos lo cuenten, que habrá una gran batalla decisiva. También sabemos, claro, quién ganará. Pero nos falta el cómo, que es la intriga en torno a la que se articula todo el libro después de presentarnos a unos enemigos aterradores y enormemente fuertes.

 Un fotograma bastante elocuente de la película

Otra novedad es cómo Brooks retuerce la clásica historia de zombies para hacerla lo más verosímil  posible. Decía un sabio profesor mío que la única manera de hacer creíble la fantasía es que parta de la realidad; que tenga, por pocos que sean, elementos reales dentro de lo imaginario o paralelismos con algo conocido. Brooks lo hace en este libro todo el tiempo y ése es su principal acierto: reconocemos los previsibles comportamientos de los políticos ante el pánico inicial; los distintos modos de enfocar la catástrofe desde lugares tan dispares como Israel, Rusia o Japón... Brooks juega a adivinar cómo sería la reacción a algo tan salvaje en cada punto del mundo. Y podemos estar de acuerdo o no, pero lo cierto es que la mayor parte del tiempo nos sorprendemos pensando que "esto podría pasar así".

El último truco de Brooks para que su historia de terror funcione es la coherencia. El autor es extremadamente minucioso en una narración, que, al fin y al cabo, quiere vestir de informe oficial. Poco a poco va respondiendo a todas las dudas que puedan surgir sobre unos seres tan desconocidos para el lector como para los pobres protagonistas que tienen que ingeniárselas para combatirlos. Y al final, a base de detalles, terminamos con un relato lo suficientemente elaborado como para que dejemos de hacernos preguntas, nos metamos del todo en la historia y pasemos algo de miedo... que es de lo que se trata.

Ratita presumida

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