sábado, 19 de abril de 2014

La voz a ti debida, de Pedro Salinas

Cuando alguien piensa en poemas de amor casi siempre recuerda a Pablo Neruda o quizás a Benedetti. Son los poemas que se suelen leer cuando decides atreverte con la poesía sin que nadie te lo mande, simplemente por placer. A muy pocos les llaman la atención esas listas de nombres aprendidos de memoria en el colegio, con sus obras. Y no solemos saber por dónde empezar si decidimos atrevernos con la Generación del 27. Por eso, seguramente, este libro es muchísimo menos popular de lo que debería. Aunque incluya algunos de los poemas de amor más bellos escritos en español. Quienes lo han leído, no lo olvidan.

Pedro Salinas era el mayor de la Generación del 27, un grupo de poetas reunido en torno al Madrid de las vanguardias y de la Residencia de Estudiantes que se atrevió a innovar con las formas que llegaban de fuera pero que también supo rescatar  lo más brillante de la tradición española. Su enorme talento, sus distintos estilos, y su gusto por experimentar hacen que entre todos los nombres y sus obras haya libros variadísimos, desde lo más complicado hasta lo más accesible. La voz a ti debida es un ejemplo: hay innovación y muchísimo trabajo detrás, pero no es difícil seguir el discurso de Salinas, que describe de una manera increíblemente precisa lo que es el amor y los sentimientos que crea en el que ama, desde el comienzo hasta el fin.

Aunque se trata de una colección de poemas breves, en realidad La voz a ti debida está concebido como un poema largo, unitario, que habla del amor desde que empieza hasta que acaba. El lector se va reconociendo en cada fase: los primeros poemas están dedicados al amor aún inalcanzable, a los primeros encuentros y al nacimiento de una relación. Están la alegría absoluta, el entusiasmo por descubrir al otro. Pero aparecen ya también las primeras inseguridades : 

Miedo. De ti. Quererte / Es el más alto riesgo. / Múltiples, tú y tu vida. / Te tengo, a la de hoy; / ya la conozco, entro / por laberintos, fáciles / gracias a ti, a tu mano. / Y míos ahora, sí / Pero tú eres / tu propio más allá / como la luz y el mundo

Los siguientes poemas son los del amor pleno. Hay felicidad, muchísima. Y en muchos poemas Salinas le canta no a su amada, sino al hecho extraordinario de amar, de haberse encontrado: 

Qué alegría vivir / sintiéndose vivido. / Rendirse / a la gran certidumbre, oscuramente, / de que otro ser, fuera de mí, muy lejos, / me está viviendo.

También hay hondura y reflexión. Salinas deja ver en sus poemas el ansia por llegar más allá de ella, por tenerla completa, por asirla para siempre. El amor es para Salinas algo total, extraordinario, que tiene sentido en sí mismo y al mismo tiempo da sentido a todo. Pero no deja de hacerse preguntas: aunque a veces dice que "obedecer" al amor "basta", otras se justifica por seguir buscando un amor más auténtico, más pleno:

"Perdóname el dolor, alguna vez. Es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo". 

Salinas habla de un amor que va mucho más allá de las rutinas, que está por encima de lo material, que nació antes que todo, que busca permanecer para siempre. Al mismo tiempo, habla de la incapacidad de tener al otro por completo. Y de la verdad, la "verdad más honda" de ella, que nunca consigue alcanzar. Acaba con versos tristísimos, como el poema en el que canta al dolor, 

"la gran prueba, a lo lejos, / de que existió, que existe / de que me quiso, sí / de que aún la estoy queriendo".

El poeta empezó solo y termina el libro solo, reflexionando sobre si será posible alguna vez dejar de preguntarse si estamos "dando cariño a la nada" cuando amamos. 

El libro es de una expresividad tan grande que cuando se publicó muchos se pusieron a indagar sobre la persona de la que hablaba en estos versos. Salinas se casó a los 24 años con la que sería la madre de sus hijos, Margarita Bonmatí, pero luego inició una apasionada relación con una estudiante norteamericana, Katherine Whitmore, a la que ambos terminarían renunciando y que permaneció oculta muchos años. Es posible que Salinas pensara en ella al escribir. Pero parece más probable que estuviera hablando del amor como concepto -él huye de nombres y etiquetas en sus versos-, de esa persona a la que buscamos todo el tiempo y que a veces se tiene la suerte de encontrar. Por eso, por no tener destinatario concreto, por esa forma de hablar del amor absoluto, en todas sus fases, este libro es capaz de conmover a todo el que se acerque a él.

Ratita presumida

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