sábado, 22 de noviembre de 2014

En busca del tiempo perdido (IV): Sodoma y Gomorra, de Marcel Proust

Ya he leído la cuarta parte de En busca del tiempo perdido. La lectura de Sodoma y Gomorra, con un título más que sugerente, implica que ya llevo más de la mitad de la obra, y que debería de ser capaz de juzgarla, pues hasta ahora sólo he descrito lo que pasa en cada libro sin expresar mucho de lo opino. Marcel Proust me cae mal: en Sodoma y Gomorra sigue diseccionando la vida social de París (y Balbec) sin importarle su cinismo, ya que parece que era una persona querida en esos círculos a los que en su obra no dejó de criticar. En este libro habla, entre otras cosas, de la homosexualidad de uno de los personajes (de ahí el título). Su opinión sobre el tema, sin embargo, confunde bastante: según he leído el propio Proust era homosexual y, al juzgar por el libro, no lo llevaba muy bien. Seguid leyendo si leisteis El mundo de Guermantes. 


Sodoma y Gomorra fue publicado en 1922, que fue el año en que el autor murió. El libro comienza con la recepción de los príncipes de Guermantes, hacia donde se dirigía nuestro portagonista al final del libro anterior y donde, una vez más, Proust da detalles de todos aquellos con los que coincide. También describe  la visita del barón de Charlus a Jupien, con la que descubre que el barón es homosexual.

Tras una reflexión sobre la homosexualidad acorde con los tiempos en que vivía, Proust nos traslada a Balbec, donde vuelve junto a su madre a pasar el verano. Allí, varios meses después, es cuando el protagonista toma conciencia de la muerte de su abuela, y de que nunca más volverá a verla. Y cuando se da cuenta de todo lo que le hizo sufrir en vida con sus enfermedades fingidas, con sus promesas de que pronto empezaría a trabajar, con sus salidas nocturnas que eran perjudiciales para su salud. Y aquí, tras cuatro libros, confirmamos las sospechas de que nuestro protagonista poco más tiene que hacer que visitar, asistir a fiestas, acudir al teatro y conocer a chicas, y por eso tarda tanto en asumir la muerte de su abuela. La verdad es que yo pena no sentí, el chico me parece un inmaduro.

Después de esta parte, nos introducimos en el salón de los Verdurin, coincidimos con Charlus y Morel, y Albertina vuelve a ser coprotagonista de la obra. Como ya mencioné en otra entrada, se cree que el personaje está inspirado en un hombre, con quien Proust mantuvo una relación. Al principio intenté leer la obra e interpretarla bajo este prisma, pero he tirado la toalla porque, entonces, cuando Proust sospecha que Albertina mantiene relaciones con mujeres, son mujeres de verdad a las que besa? U otros hombres? De quién está celoso Marcel?

Así que seguiré leyendo como el autor quiso que sus lectores lo leyeran, analizando a los demás, pero sólo parcialmente a sí mismo.

De este libro resaltaré una frase que me ha encantado, que dice que la vida social adormece a las personas. Entretenidos en las visitas, en los cotilleos, en el presente más inmediato, poco tiempo queda para pensar y estar solo, y reflexionar sobre la vida, los objetivos, el futuro. Esa necesidad de los demás, y de ruido alrededor, para no escucharnos desde la honestidad a nosotros mismos. Leyendo las conversaciones que tenían en los salones, la verdad es que es normal que con el tiempo se aburriera y las criticara, porque a él muy poco le aportaban.

Tengo muchas ganas de seguir con La prisionera. Sodoma y Gomorra, con un final abrupto, nos deja en suspense y con ganas de saber más. Volveré con Proust en dos o tres entradas.

Ratita de biblioteca

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